sábado, 23 de febrero de 2008

VIVIR CON UN ALCOHOLICO

El alcohólico es un enfermo. Como el que padece una gripe, o una depresión, la persona adicta al alcohol no tiene control sobre su condición. Y, en su ansia por beber, es insensible a los sentimientos de sus familiares, para los que la vida en familia es muchas veces una pesadilla de insultos, violencia e infidelidad, que acaba con el matrimonio.
EL DOLOR FAMILIAR

“Mi marido bebe cerca de media caja de cervezas diariamente. Lo hace cuando llega a casa del trabajo, empieza a beber y no come, solo bebe... empieza cerca de las 3:30 de la tarde y no para hasta que se acuesta, sobre las 9:00. Los fines de semana empieza cuando se levanta por la mañana, y se bebe una caja entera. Cuando está borracho es tan cruel conmigo que tengo que salir de casa y me cierra la puerta para que no pueda volver. Un invierno me cerró y tuve que pasar dos horas en el frío”, dice mi vecina del frente con mucha pena de contar esto.

Uno de los problemas es que el alcohólico es impredecible y como nunca se sabe cómo va a reaccionar, es común que sus familiares pasen mucho tiempo asustados, intentando determinar cuál es su estado de ánimo para no provocar una situación violenta. Además del abuso psicológico de los miembros de su familia, no son infrecuentes los casos de abuso físico. “Cuando yo (Lina Sarria) era pequeña, nunca me gustaba irme con mis padres a la casa, porque cuando estabamos durmiendo, los oìa discutir abajo y mi papà estaba tirando cosas o dañando todo". Uno de los síntomas de esta enfermedad es, como indica Alcohólicos Anónimos “el rechazo a pedir y aceptar ayuda y la creencia de que beber es necesario para soportar los avatares de la vida”. Para el cónyuge, el alcoholismo es un enemigo difícil de combatir.

Siempre me he preguntado que "si tu pareja te fue infiel es fácil pensar que fue una aventura y que se pasará... pero una enfermedad como el alcohol, ¿cómo se puede competir con eso?”

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